viernes, 30 de julio de 2010

Tierno relato de una hija a su madre que sufrió de Alzheimer.


Tu princesa... y su cuento.

No ocultes tu rostro tras tus manos, mamá. No esperes que al quitarlas nada haya cambiado, que esa niebla que a veces te acompaña desaparezca tras tu presión.
Odias ese espejo que te devuelve una imagen distorsionada, alegre por momentos, decaida en otros... desconocida siempre. Yo noto tu cambio pero te veo a ti, en cambio tú notas tu cambio pero no te reconoces. No eres quien eras, quien tú puedes recordar.
No eres la señora enérgica que se llevaba el mundo por delante, que siempre tenía ganas de ponerse a hacer más cosas, que siempre muy arreglada se miraba en el espejo ilusionada esbozando una sonrisa coqueta para ella misma. No eres..
"Vivir sin memoria no es vivir, no quiero vivir sin recordar" me repites machaconamente mientras te miro sin apenas saber qué responder. Llego a contestarte que nos ocurre a todos, que solemos tener muchos fallos, que se nos olvidan cada día más las cosas. Tú me respondes: A mí no se me olvidaban... y ese cuento es el que menos te gusta de todos.
Juegas con los tiempos verbales y no sé dónde situarme.
Soy niña si me ves así, me hago adulta cuando tú quieres, me dejo en tus manos como una marioneta suspendida a tu ritmo. Me haces ver que no te engaño, que tus fallos de memoria son quienes crees que te traicionan. Me sonríes con ese rictus de complicidad haciéndome ver que no es así, que no sabes lo que has comido, que cuando miras las estrellas no sabes si es de noche, que tu reloj se ha parado, que tu vida se ha muerto...que tan solo eres un montón de recuerdos de los que nos alimentamos.
Vienen, van, saludan, sonríes no muy convencida y me preguntas quienes son. Con toda la dulzura de la que soy capaz, con toda mi paciencia te cuento cada cosa como si fuera mi cuento. Un cuento que te arranque una sonrisa nueva, una canción, una caricia que te has vuelto discreta a la hora de darme.
Ahora esperas siempre mis miradas, mis besos, mis abrazos, mi presencia... y cada día me regateas más los tuyos como si me fueran a molestar. Te gritaría que me harías feliz si en eso te repitieras...pero me cuido mucho de no subirte la voz, algo que te altera tanto que tan solo te hace llorar.
Tierna, sensible, coqueta, mujer, invisible, triste, sonriente, alegre....perdida... Perdida en tu mar de recuerdos, en esos cuentos que cada día invento para ti porque no se me ocurre cómo hacerte un poco más feliz.
Tu princesa se embala, te envuelve, no cesa de hablarte impidiendo que mientras tanto pienses y va creando tu mundo y el suyo. Vuelves a cubrir tu rostro con tus manos como si al hacerlo alguno de mis cuentos se te quedara grabado. Todos son nuevos... no los recuerdas. Me dices que me vaya, que se me hará tarde, que llegaré fuera de hora, que me esperan, que me divierta, que vaya a trabajar, que...
Hace un momento era pequeña, sólo tu niña pequeña, ahora por un momento soy mayor de nuevo, antes y después... ahora y mañana.. ayer y hoy...
Siempre tu princesa.

Hoy hace ya dos años de tu partida. Esa fecha que arrancaría del calendario sin pensarlo, con una impotencia y una rabia que desconocía en mí hasta ahora. Lo más curioso es que en mi vida siempre habrá un pasado, vivo mi presente, proyecto un futuro incierto...y siempre me doy cuenta que al hablar de ti ni pasas a ser pasado ni pasarás jamás. Vives conmigo mi día a día. Mamá, tu princesa cada día cuando te piense te contará cuentos nuevos... esos que estés donde estés sé que me escucharás embelesada sonriéndome. Por algo, soy la princesa de tus cuentos..Prometido!!

jueves, 29 de julio de 2010

La Felicidad es caminar los sueños

La rutina es un papel de lija que desgasta las ilusiones.
Demasiadas veces lo cotidiano nos conduce a la monótona repetición de conductas, conversaciones y escaramucillas sin vuelo que transforman las hojas de nuestro calendario en un libro sin texto.
Por el contrario, las ilusiones conseguidas son aquellas que quedan impresas para siempre en el libro del mejor recuerdo, esas épocas en las que tomamos conciencia de que el auténtico nivel de vida no lo da ni depende del dinero, sino de la felicidad, ese sentimiento que surge cuando lo soñado y lo vivido transcurren paralelos como los raíles del ferrocarril.
Por eso siempre hay que llevar una doble vida: la despierta y la soñada.
La vida despierta es ese obligado aterrizaje en el suelo duro que nos conduce a través de caminos proyectados por intereses ajenos, cuanto más masivos más semáforos, radares, velocidades limitadas y direcciones prohibidas.
La vida soñada es lo que nos impulsa a salir de lo establecido y nos anima a idear, imaginar...elevarnos para buscar nuestros propios horizontes.
En una vida completa soñar y caminar son vasos comunicantes, porque el ave no puede estar siempre volando, pero alzarse le permite divisar, entender, y por qué no, ambicionar otros panoramas.
En el suelo, reposa lo conocido y cotidiano; en el vuelo despega el sueño y la sana ambición.

La felicidad es caminar los sueños.